Breve introducción a qué es y cómo se desarrolla una vacuna
A finales del siglo XVII, un científico inglés llamado Edward Jenner desarrolló un tratamiento para la viruela. A pesar de que en su época se desconocía la existencia de los microorganismos, y de su capacidad para transferir enfermedades, Jenner pudo entender a través de la observación rigurosa, la capacidad de algunas sustancias para conferir inmunidad a ciertas enfermedades. Notó, por ejemplo, que las mujeres ordeñadoras de vacas presentaban una enfermedad similar a la viruela, pero no mortal, y que además, les confería resistencia a la viruela.
Jenner comprobó su teoría inoculando (es decir, infectando intencionalmente) con pus de las erupciones de una mujer que ordeñaba vacas a un niño de 8 años. En consecuencia, el niño presentó un poco de fiebre y malestar, pero se recuperó rápido. Adicional, se demostró que el niño era inmune a la viruela. Así, sin saberlo, Jenner desarrolló la primera vacuna, bautizada así por Louis Pasteur dada su relación con las mujeres ordeñadoras de vacas.
Y fue justo Pasteur quien entendió el porqué del experimento de Jenner, suponiendo que había algo en las mujeres infectadas por viruela bovina que les otorgaba resistencia a la viruela. Ese algo era la combinación de dos cosas. Un microorganismo atenuado, debilitado o no letal, y la respuesta inmune natural de nuestro cuerpo. La vía de acción de las vacunas consta de que el microorganismo debilitado, atenuado o no letal se pone en contacto con el sistema inmune de la persona, en específico, los glóbulos blancos.
La vía de acción de las vacunas consta de que el microorganismo debilitado, atenuado o no letal se pone en contacto con el sistema inmune de la persona, en específico, los glóbulos blancos.
A grandes rasgos, estas células detectan cualquier elemento extraño en nuestros cuerpos. De ser nocivo, lo engullen, destruyen y forman anticuerpos contra él, para que, cuando se lo vuelvan a encontrar, puedan marcarlo y destruirlo más rápida y eficientemente. De esta forma, las vacunas permiten que el cuerpo desarrolle defensas contra los microorganismos nocivos, como virus y bacterias.
Hoy en día, las vacunas tienen maneras más sofisticadas de producirse, aunque el principio sea el mismo. Con ayuda de la ingeniería genética se diseñan virus que no se pueden reproducir, partes de la cápsula que los envuelve, proteínas idénticas a las que recubren la pared de ciertas bacterias, entre otras tantas. Sin embargo, estas técnicas siempre dependen del conocimiento que se tenga del agente infeccioso, su morfología, capacidad infecciosa y mecanismo de acción. Por eso, nos encontramos en una carrera contra el tiempo. Por un lado, hay que conocer a fondo al microorganismo y por otro, se encuentran nuevas cepas o variantes de este, con cada vez mayor rapidez. Sin duda, quizá ahora más que nunca, el desarrollo de vacunas muestra su gran importancia en el tratamiento de enfermedades infecciosas.