El uso indebido de grandes empresas en creaciones que pertenecen a pueblos indígenas y la incomprensión del valor real del objeto artesanal.
Al hablar de este tema nos podemos encontrar con numerosos casos, les compartiré algunos ejemplos para que puedan darse una idea sobre esta importante temática. En 2015 la empresa Nestlé sacó una serie de tazas con distintos diseños. Uno de ellos fue reconocido por un artesano de Tenango de Doria como suyo e inició distintas acciones en contra de la trasnacional. Otro caso fue el sucedido en 2019 de la diseñadora Carolina Herrera quien, para su colección llamada “Resort 2020”, retomó a los mismos tenangos y otras representaciones como el sarape. Este último caso incluso provocó que el gobierno mexicano, a través de la Secretaría de Cultura, acusara a la firma de “apropiación cultural indebida” y, en respuesta a tal señalamiento, Wes Gordon, director creativo de Carolina Herrera, indicó que resultaba un “homenaje a la riqueza de la cultura mexicana” y destacó el “maravilloso y diverso trabajo artesanal” del país.
EL PROBLEMA DETRÁS DEL PROBLEMA
Ya sea a título de “reinterpretación” u “homenaje a México”, estos casos revelan un profundo problema: El desvío indebido de expresiones sin reconocimiento ni aportación a sus legítimos titulares: Comunidades indígenas, lo que en gran medida se debe a la carencia de un freno para la explotación de estas expresiones.
La implicación que más nos debe preocupar al pensar en estos desvíos es la pérdida de la identidad de las comunidades afectadas, inminente en un contexto globalizado como en el que vivimos.
En efecto, los desvíos de la producción artesanal por parte de grandes empresas están provocando que las manifestaciones artesanales indígenas estén llegando a los ojos del mundo no como originalmente se concibieron, sino readaptados, reinterpretados o en “forma de homenaje” y esta es la razón por la que la pérdida de la identidad de sus legítimos creadores está en riesgo, ya que no debemos olvidar que los objetos artesanales son elementos de identidad de los pueblos que los crean, por lo que su visibilidad de manera “reinterpretada” o “readaptada”, lleva a la ignorancia del verdadero origen y significado del objeto artesanal en perjuicio de su verdadero valor.
Es decir, este problema tiene tras de sí uno menos visible y, por tanto, incomprendido: el valor de la artesanía, pero no el valor visto desde el punto de vista del precio impuesto, sino el valor que adquiere un objeto artesanal cuando se analizan las razones por las que se crea.
Para tratar de aclarar este punto, debemos partir de que cuando tenemos ante nosotros un objeto artesanal, si bien logramos identificarlo como tal, lo percibimos de manera simple como un objeto de ornato o utilitario que implicó el trabajo de un artesano.
NO NOS OCUPAMOS DE DESENTRAÑAR NI COMPRENDER EL SENTIDO ORIGINAL QUE EL ARTESANO INDÍGENA HA PLASMADO EN LA ARTESANÍA
Esta incomprensión, no necesariamente intencional, puede ser la raíz del uso de los objetos artesanales por agentes que tienen la capacidad de llevar el trabajo artesanal a esquemas de producción en serie y masiva, opuesto a la característica de trabajo manual y único de las artesanías, lo que, aunado a la falta de un freno en la legislación mexicana, ha dado como resultado la incidencia de casos como los que hemos relatado anteriormente.
Estas ideas deben llevarnos a la reflexión de que resulta necesario y urgente intervenir para lograr que la producción cultural de los pueblos indígenas de México esté protegida y prevalezca como embajadora de nuestra identidad.
Esta necesidad parecería encontrar una solución sencilla en la formulación de leyes tendientes a la protección, pero no resulta del todo sencillo. Debe tenerse en cuenta la naturaleza de los derechos, así como tener la plena voluntad de lograr una protección integral, con una legislación clara y con mecanismos que la hagan asequible.
