Una de las cosas más significativas que me ha pasado en la vida, es estar cerca de una ballena.
La primera vez fue en los noventas. Estudiaba Oceanología, e hice un road trip con amigos hacia la Laguna de San Ignacio, en la línea de costa del Pacífico a lo largo de la Península de Baja California.
La laguna me maravilló, el desierto que se apareja en armonía con el vasto mar. La vegetación única, endémica y exuberante, no sabía que un desierto podía ser tan verde. Pude ver parvadas de cientos de aves volando al unísono e inmersa en la naturaleza encontré un rincón en mi interior que no conocía, en donde puedo estar en paz, compartiendo con otros humanos la dicha de ver el milagro de la vida que se expresa sin tapujos, la cercanía con las ballenas, su inmensidad, dulzura, curiosidad y gentileza, aún siendo seres gigantes, son sutiles, suaves y cuidadosas.
Tuve la fortuna de volver a La Laguna de San Ignacio, que se encuentra en la Reserva de la Biosfera El Vizcaíno trabajando como guía al terminar la licenciatura. Sus aguas están protegidas porque cada invierno nacen y se reproducen cientos de ballenas grises que vienen a México migrando desde Alaska, recorriendo más de 11,000 kms. Las hembras preñadas lo hacen cada año. Este fenómeno también sucede en las Lagunas de Guerrero Negro y Bahía Magdalena, también en el Pacífico.
En Bahía de Banderas y en los Cabos, he trabajado con Ballenas jorobadas. La población que viene a nuestro país tiene un área de reproducción enorme que abarca desde Hawai, pasando por las Islas Revillagigedo en el Pacífico Mexicano, Los Cabos y la Bahía de Banderas. Al igual que las ballenas grises, vienen a nuestras aguas a concebir y nacer cada invierno.
Hoy en día estos animales están protegidos en México y en casi todos los países del mundo. Pero antes existía una industria, las ballenas se cazaban. Se aprovechaba su alto contenido de grasa y se utilizaba como combustible para lámparas. Sus barbas, que son de queratina como tus uñas, se usaban para fabricar corsés de dama y paraguas. Algunas etnias del mundo cazan ballenas desde tiempos ancestrales, tomando solo lo necesario sin menguar las poblaciones. Con la Revolución Industrial se desarrollaron métodos tan efectivos como sangrientos para cazar ballenas. A mediados del siglo pasado la cacería se hacía sin piedad y llegó a diezmar tanto las poblaciones que se llevaron casi al borde de la extinción.
HOY EN DÍA ESTOS ANIMALES ESTAN PROTEGIDOS EN MÉXICO Y EN CASI TODOS LOS PAISES DEL MUNDO. PERO ANTES EXISTÍA LA INDUSTRIA DE LA CAZA DE BALLENAS.
El organismo internacional que observa desde 1946 la regulación de la caza de ballenas, es la Comisión Ballenera Internacional, quienes decidieron publicar una moratoria en 1982 para dar por terminada la caza comercial de ballenas y permitir su recuperación. Desde entonces surgió una actividad que comenzó a valorar a estos seres más vivos que muertos: el turismo de observación de ballenas.
Recuerdo en una salida de observación, una madre manipuló a su cría en el agua para acercarla a nuestra embarcación. La Madre tenía una cicatriz muy grande debajo de su espina dorsal, parecía un cráter en su piel. Tomamos fotos y algunos estudiosos de las ballenas nos comentaron que muy posiblemente esa herida haya sido provocada hace muchos años por un arpón.
Mis ojos se llenaron de agua al comprender la capacidad de perdón que han tenido estos seres para con nosotros, la ballena que se nos acercó ese día, muy posiblemente fue atacada por una embarcación como a la que ella en ese momento acercaba a su cría para recibir amor. Gran lección.
