En Chungking Express Wong, Kar-Wai y su crew de confianza, generan a través de dos historias una representación de la melancolía y soledad imperdible de abordar
En los últimos años el cine oriental ha ido obteniendo mayor reconocimiento mundial gracias a la impecable muestra de calidad de los filmes y, sobre todo en las distintas maneras en las que se representa la realidad y la imaginación, que en comparación con lo realizado en occidente, resultan narrativas poco convencionales e intrigantes. Por un lado, se puede nombrar el vasto mundo imaginario que propone cada película de Studios Ghibli, y en otro extremo, podemos encontrarnos con cintas que en su contenido abarcan profundas críticas a la sociedad y a la cultura que les rige. Como bien mencionó Bong Joo-Ho al recibir la estatuilla de la Academia en el pasado 2020, “Una vez que superen la barrera de los subtítulos, podrán descubrir películas maravillosas”, aludiendo a la importancia de explorar el vasto mundo de representación y cultura que ofrece el cine, sin los límites geográficos o de lenguaje que puedan existir.
“Wong Kar-Wai es considerado como uno de los directores favoritos por su distintivo estilo de cámara y su melancolía envolvente”
De esta manera, Wong Kar-Wai es un director Hongkonés romántico y melancólico por excelencia, que plasma en su filmografía soledades interminables y amores frustrados, con la peculiar característica de un estilo de cámara que transmite en cada secuencia una completa ensoñación.
Entre todas las maravillas que nos ofrece, se encuentra Chungking Express (1994), un filme que se grabó en un tiempo récord de dos meses y con el que además no se contaba con un guión establecido, más que con las premisas generales de lo que se buscaba expresar. Acompañado de la habitual colaboración de Christopher Doyle en dirección fotográfica se consolida un ambiente que parece jugar con las emociones del espectador, pues a través de las imágenes es posible percibir desde sensaciones de desorientación hasta melancolía y soledad.
Por medio de la actuación protagónica de Brigitte Lin y Takeshi Kaneshiro por un lado, y de Tony Leung y Faye Wong por otro, se cuentan dos historias en las que no parece existir una relación directa, sin embargo, representan la causalidad que va dirigiendo el rumbo del futuro.
Es así que en la primera parte de este filme, se representa la historia del policía 663 que se niega a la aceptación del abandono de su pareja y al que sus acciones llevan a encontrarse con una mujer rubia y misteriosa. De ambos no sabemos ni siquiera sus nombres, sin embargo, el conocimiento verdadero se genera a través de las reflexiones que se desarrollan entorno a las relaciones humanas, con una evocación de inmensa soledad. Por medio de analogías Wong Kar-Wai nos afirma que las relaciones humanas en la modernidad son tenues, frágiles y sí, con una inevitable fecha de caducidad en donde al final viene la resignación a la soledad.
“Si la memoria pudiera ser enlatada, me gustaría que no tuviera fecha de caducidad. Si la tuviera, me gustaría que fuera dentro de diez mil años.”
En contraparte, en lo que parece ser la segunda parte del filme se desarrolla la historia de Faye, una empleada soñadora de Midnight Express, que se enamora de He Zhiwu, un policía nocturno. Faye recurre a prácticas inusuales para acercarse a He Zhiwu entrando a su departamento y modificando la ubicación de los objetos que lo habitan, cambiando así la vida de He Zhiwu.
Estas historias no comparten únicamente la causalidad de hechos entre una y otra, la premisa principal es la soledad que las envuelve y que parece no tener fin. Recientemente Wong Kar-Wai ha declarado que se encuentra trabajando en la secuela de este largometraje que llevará el título de “Chungking Express 2020”, misma de la que ya se cuenta con un guión y que está listo para comenzar su rodaje.
