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Escuchar nuestras ciudades

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Brain Fruit, Design View, Número 3

Escuchar nuestras ciudades

Mientras en algunas zonas de la Ciudad predominan los grandes rascacielos, hay otras que guardan aquel aire tradicional de antaño y conservan su espíritu mágico.

8:30 A.M. El viento fresco que mueve las ramas de los árboles crea un ligero silbido, así como los pasos al correr de la gente en la gravilla húmeda produce un sonido de marcha constante. El esfuerzo de mantener la respiración controlada en cada persona que trota crea una melodía. Hay cierta particularidad en el sonido controlado por tanta vegetación, y ante mis oídos, una sinfonía matutina…  

10:30 A.M. El sol comienza a tocar con mayor fuerza la piel. El sonido de la gente platicando se mezcla entre la melodía de un organillero. El agudo silbido de un globero se entrelaza con una guitarra que acompaña la voz de un viejo trovador que nos canta una canción de Silvio Rodríguez. En mi mano, un helado de vainilla… 

2:00 P.M. Cuando siento que el sol cae a plomo, logro entrar en una pequeña puerta de madera robusta. Cruzo un patio donde escucho agua caer de una pequeña fuente. Las personas hablan en voz baja y mesurada. Sigo caminando. De pronto me encuentro en un lugar donde los sonidos se disipan por completo. Cierro los ojos. No hay eco. Sin embargo, los pocos pasos de algunos visitantes se escuchan como únicos testigos de lo que ahí sucede. Sutiles voces se mantienen como mantra de fondo, repitiendo rezos que no logro distinguir, pero que, por su ritmo, intuyo. Escucho mi respiración profunda. Todo el lugar huele a madera mezclada con un peculiar olor a cera…   

Estas tres horas de un domingo, que comienzan con una mañana de trote en los viveros de Coyoacán, seguidos de caminar su centro histórico y terminando en el templo del altillo, podrían describir muy bien lo que para mí es vivir este barrio, y de alguna forma me deja estas preguntas: 

¿Alguna vez caminando por nuestra ciudad se han detenido por completo para cerrar los ojos y simplemente escuchar? ¿Qué sería lo que escucharíamos? ¿Qué alcanzaríamos a distinguir? ¿Sabríamos dónde estamos tan solo por los sonidos que escuchamos? 

Desde que puedo, visito lugares de la ciudad, y mientras todo sucede, me regalo unos minutos y cierro los ojos para dejar pasar el sonido, separarlo y distinguir qué capas existen en ellos.

Fotografía: Diego García

Desde que puedo, visito lugares de la ciudad, y mientras todo sucede, me regalo unos minutos y cierro los ojos para dejar pasar el sonido, separarlo y distinguir qué capas existen en ellos. En conjunto logran hacer una especie de melodía que caracteriza el sitio. Cada lugar suena diferente y nos regala, al escucharlo, una parte fundamental para recordarlo.  

Entender el mundo y sus ciudades como un gran conjunto de instrumentos, que vibran al unísono y nos transmiten no solo energía, sino conocimientos acerca de nuestro entorno, es sin duda una forma seductora de invitarnos a vivir las experiencias de cada ciudad: su música, su gente, vegetación, colores, materiales y formas de vida logran forjar una única y singular melodía, que a la postre se incrustará en nuestra memoria y nos dejará recordar nuestros viajes, no solo por imágenes, olores y sabores, sino también por sus sonidos.

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